domingo, 4 de septiembre de 2011

¿POR QUÉ MURIÓ EL BURRO?

Una vez mientras que yo estaba viajando en carro a través del campo, vi un burro cerca de la carretera. Este burro era tan flaco que parecía solamente cuero y huesos. "Pobre burro!" Me dije. "Seguramente está enfermo!" Al acercarme vi que alguien le había amarrado la boca. No la podía abrir. La cuerda le cortaba como un cuchillo y la sangre salía de la nariz. Frene el carro y me bajé. Me acerqué al burro con deseos de ayudarle. Quise liberarlo de la cuerda. Sentía satisfacción de poder tratarle con misericordia. Pero de repente el animal comenzó a correr dejando una nube de polvo detrás de sí. Ni siquiera pude tocarle, mucho menos quitarle la cuerda. Con tristeza, regresé a mi carro y me fui. Una semana después pasé por el mismo sitio, ahí encontré el cadáver del pobre burro. El mecate teñido de sangre todavía le ataba la boca. Me pregunté: ¿por qué murió el burro? Pues, porque alguien le amarró la boca! Era cierta la respuesta, pero no me dejaba satisfecho. A pesar de esta respuesta, el burro tuvo una oportunidad de escaparse de la muerte. Yo hubiera podido librarle. También me vino una segunda respuesta. El burro murió por interpretar mal mis intenciones. Temía que yo le iba a hacer algún daño. Desgraciadamente, esa equivocación le costó la vida. Si el burro hubiera comprendido mi deseo, hubiera aceptado mi oferta. Realmente, reflexionando un poco más, entendí el comportamiento del animal: ¡era un burro! ¿Cómo podía entenderme? Hay que perdonarle su equivocación y su incredulidad. Muchas veces los seres humanos cometer la misma equivocación, especialmente en lo espiritual. La palabra de Dios nos enseña que Dios nos quiere "... que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento" (2ª Pedro 3:9); y que Él "... quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad" (1ª Timoteo 2:4). Casi no hay persona que no sepa que Cristo murió por nosotros. Saben que "... Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las escrituras" ( 1ª Corintios 15:3); que en Él "... tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia" (Efesios 1:7); que Cristo invita: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar" (Mateo 11:28); y que Él afirma: "... al que a mí viene, no lo hecho fuera" (Juan 6:36). Miles de personas han aceptado estas promesas de Dios y han sido libradas del pecado. Han encontrado la vida abundante y eterna. Sin embargo, cuando Cristo vino, hubo los que interpretaron mal sus intenciones. A ellos, Él les dijo: "... no queréis venir a mí para qué tengáis vida" (Juan 5:40). No eran burros, pero se portaron como el animalito del relato. Hoy día hay muchos que comete una equivocación semejante. El burro murió por interpretar mal mis intenciones. No sea usted así; confía absolutamente en Dios. Dígale Ahora Mismo A Dios: "Dios, sé que quiere salvarme, pues tu hijo murió por mis pecados. Aprovecho la oportunidad; me entrego a ti. Perdóname mis pecados, acepto a tu hijo Jesucristo como mi salvador personal. ¡Gracias, y Dios, gracias!"



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